Huella de carbono en la producción de pescados y mariscos

¿Sabías que el sector de alimentos es uno de los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero? La ganadería es uno de los principales contribuyentes. Si quieres hacer parte de la solución para reducir este daño ambiental, puedes elegir consumir pescados y mariscos en lugar de carne, pero ¡cuidado, no te confíes! Hay que seleccionar alimentos cuyo origen sea más respetuoso con la naturaleza. Esto se puede lograr al considerar la huella de carbono en la producción de pescados y mariscos.

Punto de partida: Reemplazar la carne de res por pescados y mariscos

El sector de alimentos representa aproximandamente un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Y la ganadería contribuye con un porcentaje mayor que la mitad de esas emisiones. Varias fuentes han demostrado que las dietas basadas en productos de origen vegetal ofrecen una alternativa más ecoamigable que el consumo de carne. Pero, muy poco se habla de las alternativas con pescados y mariscos. No todas las personas logran adaptarse a una dieta 100 % vegetal, en ese sentido, el consumo de pescados y mariscos se convierte en un mecanismo excelente para reducir la huella de carbono sin comprometer sus necesidades nutricionales.

No obstante, seguir ciegamente una dieta basada en pescados y mariscos no garantiza una plena responsabilidad ambiental. Debemos aprender a tomar decisiones para consumir los productos más sostenibles. Cuando se capturan crustáceos en su medio natural, se producen emisiones que logran alcanzar a la huella de carbono de la carne vacuna. Por otro lado, los productos congelados contribuyen al efecto invernadero por la energía para bajar la temperatura y el empleo de materiales en el embalaje. Y los productos frescos, por su parte, son más propensos a deteriorarse y generar desperdicios.

Otro punto de decisión consiste en los pescados y mariscos que provienen de la acuicultura frente a los que provienen de la captura silvestre. Como lo veremos a continuación, cada método de producción tiene su manera de contribuir a la huella de carbono.

Acuicultura o captura silvestre, ¿Cuál opción es menos sostenible?

La principal contribución de la captura silvestre proviene de la quema de combustible diesel, (refrigeración y propulsión de los barcos). A medida que disminuyen las especies que van a ser capturadas, los barcos deben ir más lejos y la demanda de combustible aumenta. En este método de captura, la pesca de arrastre es devastadora a nivel ambiental porque destruye los manglares, los bosques de algas y el césped marino para satisfacer la demanda mundial. 

Aparentemente, la acuicultura aparece como una alternativa más sostenible porque produce los organismos acuáticos que se van a consumir de manera controlada. Esta opción se presenta como una práctica extractiva responsable porque no ejerce presión sobre los ríos y océanos.

Sin embargo, este método no se libra de aportar a la huella de carbono cuando su manejo es inadecuado. La acuicultura emplea energía para hacer circular el agua y regular las temperaturas. Y cuando hay falta de control en los cultivos, se genera una acumulación de deposiciones y comida sin consumir, que se convierte en una fuente importante de metano. La acuicultura tiene una huella de carbono mayor cuando se alimenta a peces carnívoros. Estas especies se alimentan con aceite de pescado (producido a partir de anchoas), y hay que usar combustible para capturar esos pequeños peces.

Huella de carbono en la producción de pescados y mariscos según el tipo de producto

Otro factor que juega un rol fundamental para determinar la sostenibilidad en estos dos métodos es el tipo de producto. La huella de carbono para los langostinos y camarones producidos en cultivo es de 15.07 kg CO2eq/kg; y con captura silvestre, su huella se reduce a menos de la mitad con 7.04 kg CO2eq/kg. El caso contrario se manifiesta en la producción de salmón, en cultivo se genera 1.61 kg CO2eq/kg y con la captura, 3.37 kg CO2eq/kg.

Los métodos de acuicultura y captura silvestre contribuyen a su manera al efecto invernadero. Aun así, la huella de carbono para los pescados y mariscos es mucho menor que otros productos de origen animal como la carne de res, el cordero, el cerdo y el queso.

¿Cómo disminuir la huella de carbono en la producción de pescados y mariscos?

No hay un método más o menos sostenible, pero hay una serie de consideraciones que pueden convertir la producción y el consumo de estos alimentos en una práctica más responsable:

  • Para la acuicultura de peces y mariscos, proporcionar alimentos con baja huella de carbono como levaduras, bacterias o microalgas. Y también, garantizar que no se produzca eutrofización por la mala gestión de los estanques.
  • Implementar estrategias de conservación y restauración de los ecosistemas que dependen de los mares y ríos.
  • Para la captura silvestre, considerar iniciativas energéticas como el uso de combustibles alternativo y estrategias de ahorro de combustible.
  • Capturar las especies que se encuentran cerca de la costa para disminuir la demanda de combustible.
  • Apoyar la producción local que siga pautas de sostenibilidad, la cual tiene una menor huella en términos del transporte y de la distribución.
  • En el caso de consumir pescados o mariscos que provengan desde muy lejos, hay que preferir los alimentos congelados en lugar de los frescos. Según un estudio, el transporte de pescados ultracongelados tiene una huella de carbono menor que el de pescados frescos.

¿Una certificación puede ayudar?

Otro aspecto que se debe tener en cuenta en la producción y consumo de pescados y mariscos es la certificación de pesca sostenible o certificación MSC COC. Se trata de un conjunto de estándares que promueven las buenas prácticas en las actividades de pesca. Una vez certificados, los productos se lanzan a la venta con el sello azul de MSC.

Es evidente que cuando apuntamos a reducir la huella de carbono, el proceso de decisión para la producción y consumo de alimentos es bastante selectivo, pero ¡no hay que preocuparse! Es un proceso que vale la pena. Es un deber de todos cuidar los recursos para garantizar su disponibilidad para las generaciones futuras. Para el año 2050 se estima que la población mundial aumentará hasta los 9,700 millones de personas, y la demanda de alimentos crecerá en un 70 %.

Escrito por: Vilma Estefanía Tapias Benítez

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