
Entre el 8 y 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero provienen del desperdicio alimentario, lo que representa un grave problema ambiental. Al mismo tiempo, aproximadamente 820 millones de personas en el mundo sufren de hambre crónica y desnutrición debido a la falta de acceso a alimentos adecuados. Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó en su reporte del año 2024 que, a nivel mundial, la prevalencia de la desnutrición ha permanecido estable durante los últimos tres años, afectando en la actualidad al 9.1 por ciento de la población.
Esta contradicción pone de manifiesto la necesidad de abordar el desperdicio de alimentos desde una perspectiva medioambiental.
¿Qué se entiende por desperdicio y pérdida de alimentos?
La FAO estima que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano se pierde o se desperdicia. Este desperdicio de alimentos no solo tiene implicaciones económicas y sociales, sino que también tiene un impacto significativo en el medio ambiente, especialmente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero.
La pérdida de alimentos se refiere a aquellos alimentos que se deterioraron en algún punto de la cadena de suministro y no estaban aptos para el consumo humano. Esto puede ocurrir durante la cosecha, el almacenamiento, el transporte o el procesamiento. Por otro lado, el desperdicio de alimentos corresponde a los productos alimenticios que, aunque estaban listos para ser consumidos, fueron desechados. Esto suele suceder en los niveles de distribución y consumo, incluyendo supermercados, restaurantes y hogares.
Huella de carbono y problemática del desperdicio alimentario
Las pérdidas y el desperdicio de alimentos son responsables de una parte considerable de las emisiones de gases de efecto invernadero. De acuerdo con un estudio, en 2017 estos residuos representaron aproximadamente la mitad de las emisiones anuales totales del sistema alimentario. En términos de huella de carbono, esto equivale a 9.3 gigatoneladas de dióxido de carbono. Este aporte significativo subraya la necesidad urgente de abordar la gestión de los desechos alimentarios para mitigar su impacto ambiental.
La FAO estima que se pierden o desperdician aproximadamente 1,300 millones de toneladas de alimentos a nivel mundial cada año. Esta cantidad de desperdicios podría alimentar a casi 2,000 millones de personas, resaltando una grave paradoja en la gestión global de alimentos. Este problema no solo afecta la seguridad alimentaria, sino que también causa un daño ambiental significativo que no se puede pasar por alto. No solo se desechan productos alimenticios finales, sino también los recursos y esfuerzos invertidos en su producción, transporte y conservación. Todo esto termina en la basura, incrementando la huella de carbono y agravando el impacto ambiental.

En el sistema alimentario, aproximadamente el 38 % de la energía se destina a la producción de alimentos que finalmente serán desechados. Además de la energía, es esencial considerar el uso de tierras, el esfuerzo de los agricultores y el consumo de combustible. La mayoría de los desechos alimentarios terminan en vertederos, donde se descomponen y generan metano, un gas de efecto invernadero altamente potente.
Aunque existe un pequeño porcentaje de desperdicio de alimentos que se utiliza como abono, esta cantidad es insuficiente para contrarrestar la enorme contribución de estos residuos al cambio climático.
Emisiones del desperdicio por tipo de alimento
Un estudio exhaustivo analiza la pérdida y desperdicio de 54 productos alimenticios, clasificados en cuatro categorías, a lo largo de todas las etapas de la cadena de suministro.
Cereales y legumbres:
El 20.9% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de residuos proviene del desperdicio de alimentos. Durante los procesos de tratamiento de estos residuos, el alto contenido de hidratos de carbono es el principal responsable de las emisiones.
Raíces y cultivos oleaginosos:
Los cultivos de raíces y oleaginosas representan el 3.3% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector alimentario.
Frutas y verduras:
Esta categoría de alimentos es la que menos contribuye a la huella de carbono, representando apenas un 2.4%.
Carnes y productos de origen animal:
Los productos cárnicos y de origen animal son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector alimentario, contribuyendo con un 73.4% del total.
Dado lo anterior, el estudio sugiere reducir a la mitad tanto el consumo de carnes como el desperdicio de alimentos. Implementar estas recomendaciones podría resultar en una disminución del 43% en las emisiones globales de residuos alimentarios.
Desperdicio de alimentos por eslabón de la cadena
Teniendo en cuenta la cadena de suministro, cuando el trayecto de un producto alimenticio es más largo, la probabilidad de generar pérdidas o desperdicios es mayor. Adicionalmente, se puede identificar en qué eslabón de la cadena: se producen más desechos:

Campo y distribución inicial (25 %): Los desechos en este eslabón se derivan de fenómenos como heladas, sequías o plagas, el mal manejo de las cosechas y el descarte de productos por cuestiones estéticas.
Fabricación y envasado (24 %): Los alimentos pueden estropearse durante el proceso de fabricación o almacenarse en condiciones inadecuadas, lo que resulta en pérdidas significativas.
Centros de distribución y comercio (5 %): Los desperdicios en este eslabón son causados por un manejo deficiente de la cadena de frío, el descarte por control de calidad y los productos que no se venden.
Hogares (46 %): Este es el eslabón donde se produce la mayor cantidad de desperdicio de alimentos. Los alimentos se desechan por estar vencidos o debido a una mala organización al gestionar cantidades demasiado abundantes.
Reducción de las emisiones de efecto invernadero asociadas al desperdicio alimentario
Para que el calentamiento global no supere el umbral crítico de temperatura, los expertos indican que es necesario reducir las emisiones hasta alcanzar un límite de 21 gigatoneladas en 2050. De no ser así, se esperan consecuencias desastrosas para ese año. Es imperativo actuar de manera inmediata, y esto incluye frenar el desperdicio alimentario.
Es fundamental recalcar que la reducción de los residuos alimentarios está enmarcada en el Objetivo 12 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (producción y consumo responsables). Más específicamente, este objetivo busca reducir a la mitad el nivel de desperdicios alimentarios por habitante y disminuir las pérdidas de productos alimenticios a lo largo de la cadena de suministro.
Un punto de partida crucial para reducir este tipo de emisiones es la adecuada medición de la huella de carbono. Como se mencionó anteriormente, no todos los alimentos que se desechan tienen la misma huella de carbono. Por lo tanto, al calcular la huella, además de la cantidad, es necesario tener en cuenta el tipo de producto, dónde y cómo se produce, y el eslabón de la cadena donde es desperdiciado. Pero no solo se trata de cifras; también es fundamental evaluar las causas que generan esas emisiones.
Con una correcta medición de la huella de carbono, algunas de las estrategias que se pueden implementar son:
Reforzar las medidas de prevención de residuos y reducir las ineficiencias de los sistemas de producción de alimentos.
Diseñar políticas para desarrollar infraestructuras y servicios de recolección y tratamiento de los residuos generados.
Valorización de los residuos para emplearlos como recurso en la producción de productos de valor agregado, como biocombustibles, compostaje o la fabricación de biomateriales.
Para finalizar, se presentan una serie de recomendaciones para la gestión de alimentos enfocada en los hogares, ya que son el eslabón que genera más desperdicio:
Hacer una lista antes de ir al supermercado para evitar comprar comida de más que luego se desperdiciará.
Comprar por calidad más que por apariencia.
Donar los alimentos que no se van a consumir.
Usar algunos desperdicios como abono.
Guardar los alimentos delicados en la nevera para que se conserven más tiempo.

En conclusión, es necesario establecer medidas para abordar la problemática asociada a los desechos alimentarios. Estas medidas incluyen un riguroso cálculo de las emisiones de los productos alimenticios, estrategias de prevención y aprovechamiento de residuos.
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